REDENCIÓN
Caí
de bruces ante el espejo que reflejaba la mirada de mi Yo Interior. Lo vi. Lo
sentí y al hacerlo, advertí que jamás volvería a perderlo. Ahí, anclada de
rodilla en el suelo, lloré. Estiré la mano y me entregué. La redención fue la
solución a mi terrible duelo. Lo sé.