NUNCA NADA ES EN VANO
Escribí
un mensaje en una botella, que lancé al agua salada de la Bahía que cada día
pisaba, creyendo que tu recogerías, las palabras que me afloraban. Cada día, el
mar me devolvía mis propios mensajes. Yo mismo los leía, pues no existía en mi
Mundo, quien le interesaran. Aquel día anocheció y fue la Luna quien susurró:
Gracias por llenar mis noches de belleza. Gracias por brindarme los mensajes de
tu botella.