VEJEZ
Enfermo me sentía cada vez que veía avanzar al
día y yo no podía continuar sus pasos, pues mi alma se entristecía al verme
envejecer de cuerpo y no poder ofrecer, todo lo que se halla en nuestro fuero.
Me miré al espejo, me toqué el rostro añejo y al hacerlo vi como el reloj
detuvo el tiempo. Ahí en ese espacio nuestro, te vi. Eres niño, joven, adulto y
viejo, que más se puede pedir. Al aceptar el tiempo, la salud regresó a mí.